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lunes, 1 de junio de 2015

Orión 515 b

Orión 515 b

El sistema lo despertó lentamente.
Despues de unos minutos ya se sentía fuerte lo suficiente  para abrir el sobre verde que estaba a su lado.
Leyó las instrucciones…
Comenzó el aterrizaje en Orion515b.
Una vez en tierra, si asi se podría llamar al suelo de Orion, los sensores detectaron una atmosfera similar al del planeta madre. La temperatura rondaba los 25 grados,
Primero se despojo de la escafandra, luego del traje espacial, caminó unos pasos y sentó en un peñasco.
Miró el reloj, indicaba las diez y venticinco del tres de noviembre de 2215...
¡Mierda...Rip Van Winkle [i]es un poroto al lado mio!– exclamó.
Su nave había partido el 2115.
No conseguía entender como lo habían convencido. ¡Bien… no era casado… sus padres ya habían fallecido…pero  cuando volviese no conocería a nadie y todos sus conocidos estarian cremados en algún cementerio!
Trató de concentrarse en la misión, levantó la vista y un increible anaranjado pintaba las cumbres del norte y al este un tenue azul teñia las colinas...
Tomo la cámara de su casco y grabó la presencia de los soles de Orion.
Volvío a la nave, con las funciones vitales volvian tambien las nececidades. Se sentìa como una jauría de lobos corriendo la presa salivando su sabor de carne fresca.
Apretó un boton y sobre la mesa apareció una caja con el estúpido nombre de Porción numero 0001.
Pensó que el idiota que la había pensado tampoco estaría vivo.
Manipuló los botones de la computadora de mesa y un señor amable de facciones de abuelito contando un cuento a los nietos se le dirigió deseándole una bienvenida a Orion515b y buen provecho...
– ¿Habrá un sensor que detecta la comida y adecúa la peli de acuerdo a lo que hago?– Pensó mientra escuchaba al señor bondadoso que le repetía las mismas instrucciones que había leido.
Volvió a salir, esta vez llevó la mochila de exploración, con víveres, agua, y una docena de instrumentos.
Caminó una buena jornada, apenas se veía vegetación pero al pasar una colina se encontró con un lago rodeado de un bosque.
Se puso alerta, los sensores detectaban la precencia de seres vivos. Armó un vivac, junto leña y prendió una fogata. La luz anaranjada ya había desaparecido y solo la azul lo rodeaba con una tenue penumbra.
El recuerdo de las Historias de Nick Adams, los cuentos autobiograficos de Hemingway, se reflejaban en el humo de la fogata.
Decidió intentar  pescar, preparo una caña completa que había en el equipo.
Algunas sombras obscuras paseaban  en las aguas del lago.
Puso el cebo artificial, y tiró la línea al agua.
¡No así, amigo! – escucho decir a alguien. Se dio vuelta y vio sentado en una piedra a un viejo de barba blanca.
Solo atinó a preguntarle:
– ¿Quién es usted?– Como si ver un humano a cien años de la Tierra fuera una cosa comun y corriente como  un londinense ajustando su reloj con el Big Ben.

– Ernest– le contestó y continuó– Nick nunca arrojaba la línea de ese modo, de arriva a abajo, sino de lado, para que la cucharita haga sapitos y atraiga la presa, déjeme a mí que le muestro. – dijo el viejo levantándose y tomando la caña de sus manos.
Tiro desde su derecha haciendo un arco paralelo al agua.
El cebo crepito sobre la superficie como las chispas que chisporroteaban en la fogata.
Para su sorpresa  un pez saltó y mordió el cebo.
El viejo recogió el sedal y trajo algo parecido a un trucha a la costa.
Pesaba alrededor de un kilo y medio y sus escamas doradas reflejaban un color verdoso por la luz del sol azul que ya tambien caía en el horizonte.
Ernest rapidamente solto el pescado del anzuelo, sacó una navaja de su bolsillo, lo limpio, lo ensartó en una rama y lo puso a asarse al fuego.
Todo ese tiempo el astronauta estaba estático observando pero al fin reaccionó.
¡Hemingway, Ernest Hemingway! ¿Como llegó aquí?
– No se, creo que usted me trajo, ¿No estaba recordando mi libro hace unos minutos?
Tome, coma un poco, no tiene nada que envidiar a las de " Rio de dos corazones" ¡Ja, ja! –Se rió de su propia ocurrencia de referirse a otro cuento suyo de Nick Adams mientras le alcanzaba con la punta de la navaja una generosa porción del pescado asado.
El astronauta comió un pedacito y al poco tiempo sin decir palabra los dos dieron cuenta de la trucha orionense.
– Entonces, ¿usted es real, es el propio Hemingway? O estoy enloqueciendo.
– ¿Por qué, acaso la satisfacción de un deseo subconciente es un signo de demencia? No amigo, satisfacer un deseo es la maxima expresión de cordura.
¡Pero usted se mató hace mucho tiempo con su propia escopeta!
– Veo que usted ya esta dudando...–Dijo el viejo y su imagen se comenzó a esfumar  como en un fundido encadenado entre dos escenas. Ernest que desaparecía y el solitario paisaje de la fogata, el lago y el bosque que se hacía más nítido.
¡Espere... Espere. No se vaya!– apenas alcanzó a gritar el astronauta.
Ya no quedaba vestigio de Hemingway.
Pensó que sería alguno efecto psicotropico de una comida guardada cien años. O alguna perturbación psiquica causada por el propio planeta.
El pescado lo podría haberlo  pescado, o asado y comido el mismo.
Pensó en escribir un informe, pero no sabía como ¿quién le creería una historia tan absurda?
Agregó un poco de leña al fuego, abrió el saco de dormir y se metió adentro, no antes de preparar los detectores de peligro. Al cabo de uno minutos volvio a caer en su primer sueño normal despues de uno de cien años.
A la mañana el resplandor anaranjado del primer sol irrumpió por encima de los arboles.
Se levantó, apagó los brasas del fuego mientras masticaba todo lo ocurrido el día anterior.
Juntó todo y se dipuso a volver a la nave para redactar su primer informe.
¡Bah, seguro fue una alucinación...! se dijo a si mismo cuando un reflejo azulado del segundo sol hirió su vista.
Se acercó a un objeto caído en el suelo.
Levantó la navaja de Hemingway y la guardó en un bolsillo.




[i]  Rip van Winkle es un cuento corto de Washington Irving. El relato se ambienta en los días antes de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.. Rip, se sienta bajo la sombra de un árbol y se queda dormido. Se despierta 20 años después y regresa a su aldea. De inmediato se mete en problemas cuando alaba al rey Jorge III, sin saber que ya no era un súbdito de los británicos.
1/6/15 23:21

domingo, 31 de mayo de 2015

Un momento mágico...

Un momento mágico...

Estábamos paseando en Paris en un maratona de metró y caminatas.
Nuestro hotel estaba en la Rue du Depart en frente de la estación Montaparnasse Benvenue. Para no aburrirme llevé para leer o mejor dicho releer, "Paris era una fiesta" de Hemingway. Todos los días llegábamos agotados al hotel, el Waldorf Montparnasse. Ese día Claudia se acostó temprano y cayó en un sueño profundo. Yo también intenté hacerlo, pero Morfeo no llegaba así que comenzé a leer el libro. No solo que no me dormí sino que comencé a pasear en sus páginas por el Paris de "Papa", el sobrenombre del viejo. Después de leer tanto sobre sus comidas, ron, borboun y vinos decidí bajar a pasear un poco y tomarme un cognac.
Salí sin rumbo pero instintivamente doblé a la derecha, caminé media cuadra hasta la esquina y doble otra vez a la derecha por el bulevard Montparnasse. Las calles bullían de vida, y eran  un cuadro colorido de Toulusse Lautrec, o por lo menos lo  era para mi imaginación efervecida por el libro. Me subí el cuello del abrigo y caminé otras diez cuadras. De lado del frente del boulevard vi las luces del café  La Closerie des Lilas, donde Hemingway solía sentarse en la terraza a escribir al lado del calorcito de las estufas de carbón.
Entré, las estufas no eran de carbón sino eléctricas, pero igual daban una agradable calidez.
Había ya poca gente, una pareja ensimismada en sus arrumacos de amor, un señor leyendo el periódico Le monde y dos señoras tomando un tardío te de la tarde. Se acercó el garcón y le pedí un cognac. Después de unos instantes vi que se acercó a mi mesa un señor mayor, con un traje arrugado,  de barba y cabellos blancos.
En un español con acento americano me pidió permiso para sentarse a mi lado.
Acepte casi sin mirarle pensando que si habían muchas mesas vacías ¿porque no ocupaba una?. Apoyé los brazos en la mesa y por curiosidad lo observé. Mi asombro me dió un golpe de adrenalina. Antes de hablar tomé un poco del cognac.
- Yo hubiese tomado un bourbon- me dijo
- ¿"Papa..."como es posible?- Le contesté mirando a los  demás comensales que no prestaban atención a lo que ocurría.
-¡ Paris es una fiesta las 24 horas del día! ¿No es cierto?- me dijo con su típica sonrisa,  como si supiera que estaba leyendo
Miré a mi alrededor y me pareció que las estufas eran ahora de carbón, que la pareja de los arrumacos y que las dos señoras del te tardio vestían  ropas de los años treinta.  Y que ese señor que leía Le monde, tenia un traje con cuello pajarita, bastón y que en su mesa había un sombrero rancho de paja.
" Papa" me sonreía y yo estuve tentado de salir para ver los coches y la gente que circulaban en el exterior.
Como si supiera lo que estaba pensando me dijo:
- ¡No pierdas la magia de este momento! No siempre uno puede viajar en el tiempo o ver escenas del pasado.
Apure el cognac de un trago y llame al mozo para pedirle un armagnac que es mas fuerte.
- Une seconde, monsieur. dans un instant (En seguida señor- en un momentito) me contestó y entro prestamente en dirección  al barman.
- Tiene razón, " Papa" , verlo a Vd de cuerpo presente es un privilegio que nunca pensé tener.
"Papa" se acomodó en su silla como si realmente estuviese sentado, miró a su alrededor y me contestó:
-Poder volver a disfrutar de una noche parisina  también es una momento mágico que solo sucede cuando alguien como tu me llama leyendome con fervor y cariño...
Ahí, antes de que la magia desaparezca me atreví a pedirle algo:
-"Papa", le tengo que preguntar algo que siempre quise saber... ¿cual es su método de escritura, de donde le salen ideas tan simples y a la vez hermosamente descriptivas? Como esta por ejemplo- Ahí saqué el libro del bolsillo y simplemente comencé a leer saboreando las palabras,  una frase que me había encandilado una hora antes en la cama del hotel.
-"Una chica entró en el café y se sentó sola a una mesa junto a la ventana. Era muy linda, de cara fresca como una moneda recién acuñada si vamos a suponer que se acuñan monedas en carne suave de cutis fresco de lluvia,"- Ahí " Papa" me interrumpió y entrecerrando los ojos continuó la  frase:
-" Y el pelo era negro como ala de cuervo y le daba en la mejilla un limpio corte en diagonal. ".  Hizo un espacio de de silencio y comentó   ¡Tu no te puedes imaginar la belleza diáfana de esa muchacha, seguro que cualquiera que viese a alguien así, se volvería poeta en un instante.
El mozo trajo mi armagnac, se acercó por detrás de "Papa", cuando se agachó para poner la copa en la mesita, parte del mozo y su bandeja atravesaron el cuerpo de Hemingway.
Este no se inmutó, pero me dijo:
- Parece que la magia se está acabando y debo volver...
-¡No, no se vaya "Papa", ¿Quizás le pido un bourbon...?
- Me encantaría, pero últimamente solo bebo mis recuerdos...
-Un ultimo concejo para un escritor incipiente...¡por favor!
- Se que lo eres, por eso vine...anota , esto es algo que yo siempre le digo a los primerizos..:
"Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal." ....después de otro silencio su figura comenzó a desvanecerse y lo que restó de su presencia me saludó....
-Adiós, amigo..!
Su imagen se fué  diluyendo oníricamente.  Yo me quedé como en un trance fantasmagórico  pero mi felicidad era real y palpable.
El mozo me llamó a la realidad
- Terminez votre armagnac, monsieur. C' le temps d'aller au lit.! (¡Termine su argmanac,  señor. es hora de ir a la cama!)  Avez-vous parlé à un fantôme.?( ¿Hablaba usted con un fantasma?)
Le obedecí, apure mi trago y pagué la cuenta.
Me levanté despacio y trate de beberme toda la escena para no olvidarla jamás.
La chica de los arrumacos se separó un poco del novio para beber, levanto su copa en mi dirección y me dijo sonriendo:

- Bonsoir, monsieur!
31/5/15 0:12

martes, 21 de abril de 2015



  Un viejo lindo cuento del 2013:


                        Gafas o “gaffes”? 
      
-¡Ramonaaa!
-¿Y ahora que, Gervasio?
-¿Viste mis gafas? ¡Seguro que las desgraciadas tienen patitas!
- ¡Tus gafas no las vi, pero tus  “gaffes” las veo a menudo!

-¡No me jodas, Ramona, me tengo que afeitar y no veo ni la punta de la nariz!
-¡También con semejante narigón!. Me parece que las dejaste arriba del televisor.
-¡Gracias querida! ¿Que sería mi vida sin ti?
-¡La tuya no sé, pero la mía algo cercano al paraíso!
Gervasio, se terminó de afeitar, salió con la cara media enjabonada y apoyó sus lentes en una estantería al lado de la puerta del baño.
Entró nuevamente y se duchó.
Unos minutos después sonó la campanilla de la puerta de entrada.
Gervasiooo! ¡Por favor atendé, que se me corta la crema!
-¡Voy, Ramona¡ Dijo el marido saliendo del cuarto de baño en camiseta y envuelto con un toallón de cintura para abajo.
Abrió, era  el cartero que le entregó una carta certificada y le pidió que firmara el recibo.
-¡Ramonaaa!!
-¿Otra vez, y ahora… Gervasio?
-¿Viste mis “quevedos”? le respondió.
-¡Me parece que ni siquiera son “queveuno”, cabeza de chorlito, piensa un poco, hombre!- Ramona le contestó socarronamente sin dejar de batir la crema.
Gervasio, medio ciego,  tomó el recibo,  lo apoyó sobre el marco de la puerta  y firmó como pudo donde el cartero le indicó con el dedo.
Cerró la puerta, apartó el sobre a más de medio metro y leyó con gran esfuerzo el nombre del destinatario de la carta.  Estaba escrita Ramona  con letras grandes en una cuidadosa caligrafía. Se puso pálido, el sobre cayó de sus manos.
Pensó: “Mi mujer nunca recibe cartas”.
La adrenalina le hizo recordar que se había sacado los lentes antes de bañarse para que no se empañen con el vapor de la ducha y que los había apoyado en el estante al lado del baño. Corrió hasta ahi, los tomó, se los puso apresuradamente  y comenzó a leer la carta.
" Ramona, paixón da miña vida:
 ¡Desde aquel dia en que la providencia cruzó nuestros caminos no veo la hora de volver a  verte,  para  volver a  abrazarte y comerte a besos!
 Seu,
Manolo el portero do edificio de  enfrente"
- ¡Miserable, cuarenta años de matrimonio y me engañas con el portero! Gritó y salió corriendo en dirección a la cocina vestido solo con la camiseta. El toallón se le había caído en medio del ataque de histeria.
Ramona sin parar de batir, no fuera que se le cortase la crema chantillí, lo miró con los ojos grandes como huevos diciéndole.
-¿Y ahora de que se trata Gervasio? ¡Y a ver si te tapas el culo, no sea que se resfríe y comience a estornudar!
El marido sacó un gran cuchillo de cocina mientras le gritaba.
-¿ Que te mato infiel!
Ramona no perdiendo la tranquilidad, batiendo su chantillí, le preguntó
-¿A quien está dirigida la carta?
-¡A vos, desgraciada! Le respondio acercándose amenazadoramente con el cuchillo.
-¿ Y tenías puesto las”gafas”? . Lo paró con el batidor de mano
-¡Estee...no...! Le respondió dudando.
-¡Anda, trae el sobre y leélo con los “quevedos”. Le ordenó Ramona.
Gervasio se enrrolló la toalla otra vez y lo fue a buscar dejando el cuchillo sobre la mesa.
Volvió leyendo en vos alta:
- ¡Ramona!- leyó con seguridad y prosiguió  - no hay apellido... mas abajo en letras mas pequeñas: Calle Camelias 254 –ahí se detuvo empalideciendo otra ves y siguió-” para mi amor” del cuarto B...
-¿ Y donde vivimos Rey de las “gaffes” ,? le respondió la mujer apuntandole la nariz con el batidor de alambre.
-¡Camelias 254, Segundo A...!- le respondió constrangido. Quedó unos segundos en silencio, luego le pidió con voz melosa - ¿Ramoncita...cielo... me perdonás?  

Daniel Kritz, 12 de mayo de 2013

21/4/15 0:03